/* Esto es la redirección */ /* Finde de la redirección */ eScritos iRregulares: 2011

martes, 27 de diciembre de 2011

Algunas palabras

... existen para ser graznadas.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Deconstruyete.



En un tetris inverso en el cada L girada
descubre una hoquedad de ti,
ascienden los cubos armados de cuadratura perfecta
dejando lugares dobles de dobles vacios.
Deconstruyete.

Preguntate que queda en la vacía linea final.
¿Nada?
Cimientos temblorosos para una construccion inacabada,
agujas torcidas de agua.

Sé gusano,
conviertete en termita,
perfora las raices que habitan el fango.

Devora, rumía, mastica, elimina

y renuevate.

Reconstruyete.

martes, 1 de noviembre de 2011

El Cuchillo

Lamió su muñeca y se hincó en su carne con la eficiencia del trabajo bien hecho: afilado y consecuente.
Con los ojos turbios ella entrevió como el transparente del agua caliente se decolaraba en nubes carmesí mientras la placidez insensible embargaba su cuerpo lacio y desmadejado dentro de la bañera.
El frío borde metálico pulsó su nuca mientras el cuchillo clinkeaba sobre la baldosa brillante perfilando estrellitas rojas.

Después,
nada.


viernes, 28 de octubre de 2011

En mi


Serpientes en mí.
Inocentes serpientes que se regodean en mis desasosiegos.
Serpientes en mí,
cargadas con la polvora de errores, suficientes y latinos,
siempre se asoman en los paseos,
cuando mas calmo me veo.
Atisbando el horizonte
siento su picadura
pero no muero,
en un circular final
de medios quereres completos.
Donde aquello que entrego es solo parte.
De la que trozos recibo.
Serpientes son,
que me cohabitan y constituyen
Tan sólo sierpes.

domingo, 2 de octubre de 2011

Gollo


Cuando lo conocí se dedicaba a pasar las tardes arrimado al primer colega con el que pudiera pillarse medio talegito en la Cafeta del parque. Vestido con su sobada chupa negra de cuero sobre una camiseta, vaqueros azules y zapatillas deportivas dejaba correr el tiempo liando canutos y bebiendo cerveza sin otra ocupación que esperar la noche para ir a cenar a casa en la viviendas sociales. Su padre era un obrero al que sólo tenía que soportar a la hora de la cena y su madre dedicada a las tareas de la casa siempre fue un ser humano aparentemente inexistente.

Había dejado el colegio antes de terminar los estudios de segundo grado y se había puesto a trabajar de aprendiz en la tapicería de un familiar. El trabajo le duró poco mas de unos meses y a partir de entonces comenzó a vaguear sin destino durante los años siguientes.

En aquel verano aprendimos los dos a jugar a los dados y, aunque le costó sangre entender porque un full de jotas-rojos es más que un full de rojos-jotas, acabó conviertiéndose en un duro contrincante en el mentiroso: sus ojillos marrones se entrecerraban y nunca sabías porque lado te vendría la puñalada. Eso sí, a menudo la suerte lo aparcaba en las Quinas y se desesperaba viendonos regocijarnos en la magia de nuestros reyes y ases: en los dados solo puedes ganar si te crees capaz de hacerlo. Vino después el invierno y la lluvia nos obligó a cambiar de rutina y garito. Se alternaban los dados con las interminables partidas de billar americano donde nunca fue capaz de entender las razones por las que las bolas hacían lo que hacían y todo su afán era tirar mas fuerte que nadie, aunque se cargara los cuadros.

Pasado un tiempo y a la vista de que mas o menos todos nos ibamos buscando la vida, gracias al impulso de un vecino, decidió aprovechar su experiencia y ambos montaron una pequeña tapicería en un minúsculo bajo en el centro. Por esas extrañas manos que la vida reparte durante los primeros meses la cosas comenzaron a irles bien. Tenían trabajo y sus precios económicos les atrajeron clientela. Recuerdo que un día que me pasé a visitarles intenté convencerles de la necesidad de que vigilaran algo las cuentas del negocio. Como él me miraba como si le estuviera pidiendo que resolviera la hipótesis de Poincaré, le pedí que comprara dos libretas. “En una anotas los gastos - incluso lo que quitais para vosotros- y en otra los ingresos. Al final del mes sumas todos los gastos y todos los ingresos y ya sabes .. los primeros tienen que ser menores que los segundos o la cosa no va bien.”  El empezó a reirse y metiendo la mano en el bolsillo me sacó un pequeño fajo de dinero. “Es mas fácil que eso. Si meto la mano y saco dinero es que va bien. Y si no lo saco es que no”

La sed de vicio y el dinero son malos compañeros. El localcito comenzó a pasar más tiempo cerrado que abierto mientras ellos dos se dedicaban a quien sabe que cabalgadas y pronto la falta de seriedad y los errores en los encargos les hicieron perder la clientela. Acabaron cerrando el negocio dejando una ristra de facturas impagadas tras ellos. Por aquel entonces nuestros caminos vitales ya se habían separado hacía algún tiempo y fue un buen amigo común con el que todavía tuve algún contacto, el que mas tarde contó como la vida de Gollo se había ido deslizando por la ladera embarrada.

La ultima vez que lo ví, lo reconocí haciendo dedo de noche en el semáforo a la entrada de la autovía. Bajo la lluvia. Posiblemente con destino al poblado chabolista en las afueras buscando un pico. No me atreví a pararle y por el espejo lo ví quedarse en la distancia, calado con su chupa de cuero sobada y los deportivos empapados en medio de los regatos del arcén. Mirándome.

Mucho después oí que un día cualquiera había muerto de sobredosis. ¿Colarse en el tren de la vida?
El futuro es inmisericorde con aquellos que no tienen billete, a veces tanto, que deciden saltar del tren entre dos estaciones.


Se llamaba Gregorio.
Pero todos le decíamos Gollo.





domingo, 25 de septiembre de 2011

Mustia


Todos los 4 acude al cruce a poner flores en el arbol. Es un naranjo corto, de tronco fino y hojas frondosas con frutos incomestibles gracias al plomo de los coches. Con cuidado anuda la cinta de raso tras lo que musita algo que parece una pequeña oración y se marcha.


Su hijo tenía ventitres años y una moto grande. Recien salido de la autopista quiso apurar el ambar y cruzó en rojo. La conductora que le salió por la derecha también tenía prisa peró se le quitó de golpe cuando lo vió salir volando sobre su capó mientras su moto se empotraba contra el morro. Pena eterna para una muerte en el acto .


Tras su ritual vuelve a casa y se encierra a limpiar el que fue su cuarto. No es que haya nada que arreglar en aquel santuario pero lo sigue haciendo y después revisa la bolsa de la aspiradora por si pudiera encontrar algo que le hubiese pasado desapercibido. Nada en tres años. Su marido intentó convencerla una vez de que nunca más hallaría nada nuevo y ella le espetó un “Y tú que coño sabes” con el que quedó cerrado el tema para siempre.


Morena, menuda y delgada. Con sus vestidos de flores sonríe abrazada a su Santi en los estantes mientras coloca y recoloca almohadas como si él pudiera aparecer por la puerta para volver a dormir a casa esta noche. Pero cuando se sienta en la cama, despeinada y ojerosa, solloza abrumada por la culpa. No debió permitirselo por mucha afición que tuviese y lo sabe. Y no se le quita de dentro. Ya no valen de nada sus desvelos para que continuara en el Instituto, ni las clases de refuerzo, ni el que le acompañara a la entrevista para conseguir su primer trabajo, ni que lo despertara un día sí y otro también con el desayuno caliente y la ropa planchada para que aprendiera a ganarse la vida. Ni todas las noches que lo acunó en su desvelo cuando las pesadillas venían a comerle....


Y el naranjo también se muere. Le podaron algunas ramas para que la savia concentrara sus esfuerzos pero en las que quedan las hojas verdes se tornan ocres y caen. Y no brota nada nuevo. Ni esas frutas tóxicas hijas de la mierda que respira. Pero mientras otros se mantienen reverdeciendo cada año y expulsan la contaminación en forma de pus con cáscara, este se consume y se merma.


Un día le pregunté a un jardinero municipal que porque le podía pasar esto. El me dijó: “Se mustia de pena. Bastante desgracia tiene de vivir para cargar con ese recuerdo”


Como ella.


 

lunes, 12 de septiembre de 2011

La vida es un tren de ida...


Dormidos en el vagón
empañamos el cristal húmedo
con el aliento de la mañana

Apeaderos remotos siendo
testigos de la alegría del reencuentro,
de la tristeza de la partida,
de la anónima soledad del viajero en tránsito
acompañado por la ausencia.

Y en la estación final,
con nuestra fiel maleta ajada de recuerdos
bajaremos el último escalón confiados,
en que el suelo haya dejado de moverse
y el café
y los bollos,
sean calientes.

Sólo cuando el sopor
nos inunde en el plástico banco de la antesala
añoraremos el mullido asiento,
el traqueteo interminable,
la ruidosa y gutural oscuridad de los túneles.

Pero para entonces,
nos habremos encontrado.

Con nuestro ajado billete caduco en la mano.
Lleno de pliegues y marcas,
sucio de sudores inconfesables,
borrada la tinta de las letras de su destino.

... hacia uno mismo

martes, 6 de septiembre de 2011

Sólo si tú.

Puedes pintar de negro una cueva,
un solo rayo de luz bastará para iluminarla.
Pues escribir setenta comas,
un solo paréntesis los convertira en guiños.
Puedes tropezar setenta veces
y saltar la piedra la setenta y una

Pero todo ello,
será sólo,
tan sólo,
si tu quieres.

Ya está....

uNo

Ssssssssssshhhhhhhhhhh..... ya está,
ya está....
cariño.
Así ,
sí, así, mi amor... tranquilo...

no....


Con delicadeza depositó la cabeza pelada del niño sobre la almohada y besó la tibia frente. Lo arropó con la sábana y tapándose la cara con las manos comenzó a sollozar. Él apagó el monitor cardiaco y se acercó tomándole el pulso en el cuello. Cuando comprobó que no había, hizo ademán de taparlo con la sábana pero ella le retuvo cogiéndole de la mano: “Nó. Todavía no”. Por un instante quedaron estáticos: él de pie en la cabecera, ella sentada con su mano sobre la suya. Todo el silencio del universo concentrado en aquel cuarto.

- Como quieras. Quédate un rato más con él -  dijo el hombre soltándose. - Llamaré al hospital -

Quedó llorarando apoyada en la cama mientras salía de la habitación llena de peluches, carteles infantiles y medicinas. La vitalidad de la estancia contrastaba con la soledad esparcida por el resto de la casa. No había fotos en los pasillos, los armarios casi huerfanos y en el fregadero la comida precocinada para microondas se mezclaba con los restos del menú económico del restaurante chino.

En el salón abrió un aparador y cogiendo la única botella de licor que había, apuró un vaso de un trago. Se acercó al ventana, tomó aire y buscó un número en el teléfono al que llamó.

Soy Emilio Gonzalez, con el Doctor Fuentes en planta 2, por favor.......
¿Doctor? Ha fallecido. Sí. Gracias, el pequeño ahora por fín descansa. ¿Podría encargarse Ud de...? De acuerdo. De nuevo gracias, está siendo un momento muy duro. Le veo ahí, entonces


Tras colgar, cerró los ojos e inclinó la cabeza. Difusamente, oyó llegar su llanto.

dOs

Una semana después de la incineración quedaron a la entrada del edificio. La empresa de limpieza había hecho un trabajo exhaustivo. Cuando abrió la puerta del cuarto, sólo encontró cuatro paredes reconocibles por su color pastel y la cenefa de dinosaurios. En el resto del piso había algún mobiliario o las lámparas, pero nada había quedado en aquella habitación. En una metáfora vital, había insitido en que tenía que quedar absolutamente vacía y así lo habían hecho. Apagó las luces y salío. Le esperaba abajo, en el portal.

- Todo listo. Cualquier día de estos nos llamará el notario para que vayamos a firmar la  venta. Ahora dejaré las llaves en la agencia y les diré que lo pongan todo en marcha.
- ¿Como esta …?
- preguntó ella
-Vacía, absolutamente vacía. No queda nada nuestro ahí arriba.... ni de él.

Se miraron. Aquel momento era la despedida. En los ultimos cuatro años se habían perdido en la agonía de la desdicha y quizá ninguno de ellos quería volver a empezar con semejante carga de sufrimiento a sus espaldas. Así lo habían decidido ya hacía algunos meses atrás, pero en aquel momento en que sus ojos se encontraron, la balanza se equilibró. El la abrazó, pero ella tras un instante sin corresponderle, lo rechazó separándolo. 

- Nos vemos en la notaría. Adiós - y comenzó a andar acera arriba. La vió alejarse y antes de perderla de vista, echó un último vistazo al portal y se marchó en sentido contrario.

tREs

- Y esto ...es lo mejor -  y abriéndole la puerta le cedió el paso. Era un amplio cuarto rectangular con una ventana por donde la luz entraba a raudales. Ella entró y abrió una de las puertas de el armario. Al ver que disponía de cajones interiores sonrió girándose hacia él.

Es fantástica. Ahora mismo ya tengo el color de las paredes -
- Bueno ….. veremos … eso depende de su nuevo inquilino. Quizá el azul no sea un color apropiado si es una señorita …. - dijo mientras frotaba suavemente la redonda y todavía poco promiente barriga de su esposa. “ Ven, ven a ver el salón. Se puede ver la plaza “  y salió del cuarto.

Ella se quedó mirando las paredes. Veía huecos donde estarárían colgados estanterías y cuadros

- ¿La plaza? La plaza y el campanario. Es magnífico. Aún no me lo creo - exclamó él desde el salón interrumpiendo sus pensamientos.

Juntos, se asomaron cogidos por la cintura.

martes, 30 de agosto de 2011

VieJo

uNo

Destellando los cuatro intermitentes el coche se detuvo y el conductor descendió pasando por delante del capó  haciendo evidentes gestos de disculpa a los otros vehículos que habían tenido que pararse detrás. Abrió la portezuela del acompañante donde un anciano se giró lentamente para incorporarse con visible dificultad mientras le ayudaba tirando del brazo. Entretanto, una mujer retiraba del maletero un par de bolsas de ropa y un neceser. Un claxon sonó en la fila de coches: “Vamos, vamos....” dijo el hombre apresurando al viejo para que se apartara y le dejara cerrar la puerta. Con premura volvió a entrar y haciendo un gesto de disculpa a través del espejo al resto de los conductores, arrancó dejando libre el paso.

En la acera el anciano quedó apoyado entre la muleta y la pared recobrando el equilibrio mientras los coches comenzaban a circular de nuevo. Al pasar a su lado, uno con un par de jóvenes frenó y silenciando el volumen del chumda-chumda-chumda le gritarron: “ Abuelo, hay que ir muriendo para dejar sitio. !Que la juventud tiene prisa¡ “  arrancando después entre risas con un estrepitoso chirrido de ruedas.

Iros a tomar por culo, cabrones”  masculló el viejo comenzando a andar hacia el portal mientras su nuera reía maliciosamente tras él cargada con el equipaje.

Habrían pasado tres o cuatro meses desde que el médico le había dicho que tenía pasar por el quirófano. “Papá,si hay que operar hay que operar”  había dicho su hijo sentenciando con un “tu no te preocupes por nada que aquí estamos nosotros”.  Vosotros.

El primer día y el segundo todo fueron atenciones en la habitación del hospital pero a medida que la convalecencia se alargaba comenzaron a estirarse las ausencias. No podía ser de otro modo y a él no le importaba, más bien, le era indiferente. Sin embargo, cuando su hijo acudía a visitarlo parecía un moroso avergonzado de sus deudas impagadas. Y la mujer de éste, no perdía la ocasión para mostrarle la incomodidad que suponía atenderle.

Mientras había vivido Ángelita nunca había necesitado de nadie. Incluso durante algún tiempo después de su muerte vivió una solitaria independencia. Pero de pronto su vida dio un giro abrupto cuando sus condiciones físicas se mermaron rápidamente paralelamente al deterioro de la economía de su única familia cercana: el valor de su pensión comenzó a pesar más que la molestia de su presencia.

dOs

Siempre había sido un hombre áspero. Había comenzado a trabajar a los catorce años en la factoría. A medida que esta creció, él asumió mas responsabilidades aunque nunca dejó de vestir mono azul. Cuando tuvo oportunidad de saltar a un despacho, la rechazó pues se consideraba trabajador de manos y no de cabeza. Sin embargo, bien sabían su papel en la fábrica. Si la tarea se presentaba delicada, siempre se recurría a la opinión de su experiencia y en más de una ocasión había colocado en su sitio a algún ingenierito recién llegado. Como  también en alguna ocasión sus gritos habían enmudecido a las máquinas cuando la desidia o la indolencia ocasionaban problemas

No había sido consciente de su influencia hasta que un día, acercándosele un operario con la gorra entre las manos y tratándole de Don, le pidió que le concediese el honor  de ser el padrino de su hijo. No sabía si lo que le sorprendía más era la petición o las formas.

- ¿Ramiro, pero desde cuando hablas tu tan fino? - había respondido.

- Don José..... ha sido la niña questá estudiando y me lo ha escrito pa no olvidarme. Ma dicho que pidiéndolo por bien hablao seguro que lo acetaba.....

- Pues que sepas que el honor no es tuyo, sería mío de poder aceptarlo.... pero no puedo. Y no puedo no porque no quiera, que ya te digo que sería un gusto. No puedo porque sería hacer un agravio a tus compañeros, ¿me entiendes?

Hacía ya muchos años que no pisaba la fábrica.  La última vez ya casi no quedaba nadie que le conociera. Todo era gente joven, pasillos iluminados pintados de verde y muchas máquinas. En el taller mecánico aún quedaba alguno de la vieja escuela que había dejado la tarea para ir a saludarlo provocando de paso el malestar de el jefe de sección “para abandonar el puesto hay que pedirme permiso, Gonzalez” , había dicho. Y González había vuelto a su banco de trabajo despidiéndose con un gesto de cabeza y una media sonrisa de menosprecio.


tREs

Sentado en la cocina tomó un solitario desayuno. Lentamente pasó las hojas del periódico hasta llegar a las páginas de servicio donde confirmó los horarios de los trenes. Recogió la taza y el mantel y tras peinarse con cuidado en el baño, cogió una chaqueta en su habitación. En la calle el tráfico no era excesivamente intenso, faltaban algunos días para que empezan los colegios. Con calma, ascendió acera arriba hasta llegar al puente sobre la autopista y la vía férrea. Lo cruzó y avanzó por una de las calles laterales. Su andar era era cansino y lento y cada paso llevaba parejo el apoyo del bastón. Tuvo que parar un par de veces a tomar resuello. Recorrido un buen trecho, alcanzó el paso subterráneo. En uno de sus márgenes, la verja estaba rota por donde la gente acostumbraba a cruzar la vía por un atajo. Con dificultad entró por el hueco y comenzó a andar hacia la curva. Era un lugar que algunos otros habían escogido antes que él.

Tiró el bastón a un lado y se quitó el audífono posándolo sobre la chaqueta doblada. Se tumbó en la vía mirando al cielo. Era uno de esos calurosos días cargados de gris. El recuerdo de la puerta de la factoría le asaltó de pronto. Era un gran portón metálico de dos hojas que se abría para permitir la entrada y la salida de la gente de la empresa. Algunos días parecía que el sol estuviera colgado en el exterior sobre ella. Otros, el aire caliente de la fábrica emanaba por él como un aliento industrial mezcla de aceite y sudor. Instantes antes de abrirse, siempre sonaba una sirena anunciando el fin de la jornada. Sintió una vibración cercana y oyó la misma sirena de su  recuerdo.

lunes, 11 de julio de 2011

Las puertas de Babilonia

Tiempo

Embutido en su traje,
a menudo, olvido respirar.

Existir encapsulado en una cuadrícula
donde todo está determinado:
ahora duerme, ahora trabaja,
ahora odia, ahora ama.

Desconociendo lo que nos rodea;
esa foto que nos circunda
en la que figuras difusas coexisten
y que llamamos realidad.

Agotamos voraces los segundos
de cada uno de nuestros espacios,
impacientes por saltar al siguiente
para también consumirlo.

Sin comprender que somos 
nombres en la arena,
cualquier ola de la vida
puede borrarnos,
convertir ese orden acelerado,
en un profuso montón de caos
incipiente e inacabado

A veces nacen pausas,
paréntesis ocasionales en los que
tres palabras y dos miradas se infinitan.

Momentos que se evaporan,
de los que nunca guardarás recuerdo
en los que unos ojos te sonríen,
brillantes.

Pausas ateridas
que se alejan en la memoria
aferradas a un instante
antes de hundirse en el olvido.

Mientras, 
nosotros seguimos corriendo,
poseídos por el ya
tomados por el ahora,
con destino...

... a ningún sitio.

Melancolías I

miércoles, 29 de junio de 2011

La noche me trae la muerte.


Mi cadáver yace,
hinchado y azul,
flotando en la corriente voraz,
transportado hasta la orilla del día.

Me enfrento a mí
ante la hoja blanca
y de nuevo me siento
como un prometeo vacío.

He de morir en sueños
para despertar,
renacido,
mañana,
y de nuevo olvidar mi ser
en el centro de la espiral
que gira en torno a mí.

Reencontraré el vacío de mi pecho
en el erial silencioso
de los pensamientos solitarios
cuando de nuevo me pregunte:
¿dónde estas?

Antes de morir en sueños
para despertar,
renacido,
mañana.

lunes, 27 de junio de 2011

Ridículo

Menguo y me consumo en mi tristeza
al descubrir que no soy hijo adoptivo de las palabras
sino un bastardo.
El hijo de la criada al que se le permite acariciar los juguetes del señorito mientras ella los guarda en el baúl de su cuarto a la hora del baño.

Me creí igual, parejo, similar. 
Pensé que sólo por pisar los mismos pasillos adquiría su elegancia, 
que por usar su misma pluma podría expresar el dulce ensueño de la inocencia o la llama roja de la ira. 
Que aspirando su delicado perfume se enjuagaba mi aliento tosco.

Ahora, admiro la belleza en manos de otros. 
En seis palabras encierran seis vidas y en seis frases, seiscientos sentimientos. 
Miro las mías… y sólo descubro vacío.

Soy lo que soy. 
Sólo un narcisista que se masturba mentalmente en el espejo de sus creaciones inútiles.

Hoy, siento un ridículo máximo.

jueves, 23 de junio de 2011

La ansiedad ...

... es el camino mas corto entre dos fracasos.

El contenedor

Hoy por la mañana busqué al barrendero y le pregunté si habría encontrado una estima perdida por el barrio alguno de estos días. El, apoyó su antebrazo en la escoba, se ajustó la visera y entrecerrando los ojos pensó durante unos momentos. Finalmente negó con la cabeza. Me dijo que la semana pasada sí había encontrado un perdón  “…que por cierto, estaba roto”  y una vergüenza – posiblemente - perdida. "Acercate al contenedor de reciclaje por si alguien la hubiese dejado allí".

Nunca me había interesado mucho el contenedor negro, ya sabéis, el de los sentimientos reciclados. Confieso que es la primera vez que me acercaba a él y ahora comprendo porque lo situan lejos de las zonas transitadas. Al abrir la tapa emanó un olor nauseabundo. Aguante la respiración y asomé la cabeza. Unos odios y rencores que se estaban pudriendo dentro eran los responsables del aroma.  A través de la penumbra neblinosa del interior, vislumbré una timidez que se afanaba por esconderse tras un par de arrogancias que intentaron inflarse al verme. Varias alegrías languidecían mustias y unos primeros amores juveniles en descomposición habían soltado un pringoso liquido almibarado de color pastel. Aparentemente, ni rastro de mi estima. Una impaciencia comenzó a intentar ascender arañando las paredes lisas. Solté la tapa y se cerró: plof!

En fin. Tendré que ver si  me hago con otra. Aunque tampoco es que me preocupe demasiado. Ser un cero a la izquierda tiene sus ventajas.

viernes, 17 de junio de 2011

uLTimamente

Últimamente paso mucho tiempo conmigo mismo
y mi compañía empieza a parecerme insoportable.
Últimamente me hablo a menudo
pero mi charla me aburre, 
conozco como acaba  la historia.
Últimamente el final de una  sonrisa
es como el despertar de un mal sueño.
Últimamente,
todo es como siempre.


jueves, 9 de junio de 2011

Silencio

Silencio en el desvelo nocturno
donde disonantes mis pensamientos
acaban amontonados en cúmulo
que las olas van deshaciendo.

Silencio cuando camino solo
y me canta el viento al oído
siguiendo el compás que marca
el timbal del flujo de mi sangre.

Silencio en los parados
que se cruzan a mi paso,
cabizbajos, desaliñados,
con las manos en los bolsillos.
Buscando en el oráculo
de la punta de sus zapatos
la respuesta a la pregunta
de cual será destino.

Silencio en la mirada del mendigo
que olvida que no hay futuro
mientras enturbia sus recuerdos
con un cartón de vino barato.
Como la niña que esta liando,
antes de entrar al colegio,
no importará cuanto llegue tarde
después de la primera calada.

Silencios que habitan
escondidos en nuestros bullicios.
Silencios que nos hablan,
silencios que nos gritan,

Tan sólo debemos callar.
Entonces podremos oírlos.

miércoles, 1 de junio de 2011

Vacío

Me hurgo por dentro y mis dedos se tiznan de gris.
He ansiado tantas veces la pequeña muerte entre el vergel de tu pubis,como tantas me has condenado a sobrevivir anclado en el yermo de tu espalda.

Vacío, giro en el torbellino oscuro del sumidero de mis pensamientos.

En otro tiempo, mi amiga botella me habría consolado oyendo los penares de mi mente, como una puta vieja atiende a un borracho impotente, pero ahora, cuando el cobrador tiempo presenta facturas por los excesos pasados, no me queda otro remedio que afrontar mi acompañada soledad en solitario.

Lástima que el deseo no se pueda incluir en la lista de la compra.

viernes, 13 de mayo de 2011

The fool on the hill

¿Cuantas colinas?
¿Cuantos locos?
Cuantas veces....



Travelling

Sentado en un portal apura la ultima calada a un cigarrillo sin filtro y catapulta la chicharra con el dedo índice hacia la calzada. Dando piruetas por el aire, la colilla aterriza en el asfalto desprendiendo minúsculas teas que se consumen esparciendo su naranja vivaz sobre el mustio negro del asfalto. La rueda del 57 (Junquera-Casablanca) la aplasta inmisericorde antes de frenar en la parada. Abre sus puertas y los pasajeros comienzan a barajarse para entrar. Nadie baja. De entre ellos, emerge una joven empujando un cochecito con un niño embozado en una escafandra de lana. Camina deprisa por la acera y la coleta le oscila de derecha a izquierda al ritmo de su paso: llega a tarde a la guardería. Las ruedas comienzan a dejar un serpenteante doble rastro húmedo tras pasar frente a la puerta del supermercado donde un repartidor esperó la llegada de la encargada más de lo deseable con sus cajas de congelados en la carretilla. Las cajeras entrecruzarían miradas subversivas mientras ella abría con las legañas colgadas de sus ojos carmesí. Un hombre sucio se afana en fabricarse algo parecido a una carretilla con una caja de cartón, el chasis de un carro de la compra y unas cuerdas. Desperdigados por el suelo, sus tesoros inútiles que ha recogido de la basura por la noche. La C15 de Eugenio arranca con las puertas de atrás agarradas con una goma. Tuneada del desguace tose como un enfermo de tuberculosis. Desde que quiere ahorrar, ya no desayuna en la cafetería, pero ahora baja a comprar bollería para su reina. A su paso, oscilan los flecos con números de teléfono que cuelgan de carteles pegados en las farolas y escaparates de zombies bajos comerciales. A través de la mierda de sus cristales asoman los despojos de lo que allí hubo. Junto a alguno, una limpiadora vuelca su cubo sobre la acera. El agua de olor a lavanda se extiende y rápidamente se consume atosigada por el polvo. Cuando esto ocurra, ella ya habrá entrado en un portal inmaculado a cambiarse para partir con paso presto en busca de otras escaleras que inmacular. Es entonces cuando las ventanas de los últimos pisos parecen entornarse como ojos que se guiñan ante la claridad de la mañana que amanece antes de que los despertadores canten. La ciudad revive. La ciudad se reinicia.

Mi ciudad, despierta.

martes, 10 de mayo de 2011

Todas las palabras.

Todas las palabras ya estan dichas.
Y todos los colores se han usado
al menos, una vez.

¿De donde nace entonces?
No lo hace. Está
antes de mí y también,
después de tí,

pues sólo somos carne.

Gozamos creyendo que por nuestra capacidad de organizar letras o dirigir el trazo,
somos especiales,
únicos,
necesarios.

Mas no.

Llegado el momento quizá
- sólo quizá -
nos perdure lo escrito,
o nos trascienda lo dibujado,
pero nos, nada seremos,

pues sólo somos carne.

Carne que rebusca en los recodos de su química,
carne que se roza eléctricamente hemisférica,
intentando que la chispa de la creación se regenere,

pero carne al fin y al cabo.

Carne solamente.

Carne que no persiste.

Carne...

que sólo siente.

viernes, 29 de abril de 2011

Nudas.

Escribo frases
y ya no me pertenecen.

Quedan nudas,
expuestas.
Y nadie las abriga.

Yo las miro y las relamo.
Les infundo valor:
"Seguid, estad"

Y ellas consienten.

En la soledad del frio mundo inexistente,
esperando quien las acoja en un reflejo...
y las olvide.

¿Quieres una?

Ten.

Tu. Sí.

No te aprecian por lo que escribes.
No. Tampoco por como lo haces.
Tan sólo quieren a los que te leen.

No buscan tu contenido,
ni la forma en que aparece,
No. No quieren el qué,
ni el como,
tampoco pretenden el quien.

Tu equilibrio parece tan frágil
como el espejo que gira
sobre la nariz del payaso.

No te fíes,
no lo son.
Eh! tampoco yo.

Soy cuadrado rojo escrito
sobre una servilleta de papel
con lapiz de labios:

Ten cuidado,
no te fíes,
no les creas,
no lo son.
Eh! tampoco yo.

Tu. Sí.

jueves, 28 de abril de 2011

Malditos poetas

¿Que necesidad tengo
de buscar nuevas palabras,
cuando con todas las que conozco
ya se rebosa mi saco?

La única preocupación de mis acentos
era pasar desapercibidos y
sin embargo ¿ahora qué?:
cada coma, una muesca;
cada punto, una caverna.
Malditos poetas

Me haceis creer lo que no soy,
sentir lo que no siento,
me haceis ver lo que no veo y
entender lo que no entiendo.

¿Quien os creeis para variar mi rutina
con vuestras ínfulas y primores?
Yo soy vulgar, neutro, adestacable
y vosotros... ¿me traeis una hoguera?.

Sea entonces, Creo.
Me siento y me escribo.
Y mis letras son mentira
pues no lo soy, peor aún,
no puedo serlo.

Y en mi delirio me ensueño,
floto en él hasta la mañana,
caminando entre las sombras
jugando con las palabras.

Como el niño con su aro.
Como la luna con el agua.
Como el bebe con su teta.
Como tu con mi mirada.

Malditos seais poetas.

Malditos.

martes, 19 de abril de 2011

Incendio

Rezuma por los poros
verde bilis ardiente,
vómito cutáneo,
odio

Al segundo siguiente
goteras en mis ojos
Grito transparente,
agonía

Mis visceras se vuelven mínimas
y se expanden en un instante:
¿Porque tanto sufrimiento
en tanto rostro inocente?

Ira,
incendio en mi mente.
Un resorte imaginario
me invita a destruirlo todo

Me recluyo,
en madeja me convierto.
Obscuro permanezco
a la espera de la calma

Pero nada cambia,
todo sigue.
Volverá de nuevo
en cuanto reabra la verja

Ira, odio.
¿Porque tanto sufrimiento?
Un resorte imaginario
me invita a destruirlo todo

Llamas en mi mente

domingo, 17 de abril de 2011

Tu ausencia

Tu ausencia es asfixia.
Bocanadas de barro
hundiéndome en el lodazal
de mi mundo

Tu ausencia es vertigo.
Asomado a la sima
de la distancia que nos separa,
incapaz de cruzarla.

Tu ausencia es deseo.
Tea que se consume
en nuestra hoguera apagada,
avivada por el soplo de tu roce

Tu presencia, jugo, lapiz y Luna.
Vasija de la que bebo
para sentirme renacido,
grafito con el que escribo
este verso inacabado

jueves, 14 de abril de 2011

Quereres

La quiero

Dudo que - salvo algún despistado - alguien más pase de la primera frase. Los amores simples no venden. La gente simple no vendemos. Todo el mundo desea evadirse y recorrer las ignotas selvas asiáticas de la mente de otro. Pero lo que es acompañar el paseo dominical de un matrimonio urbanita, es como pretender disfrutar de una hamburgesa en la esquina cuando seguro que hay un Mcalgo a un cuarto de depósito. Vamos una estupidez. Y un mal negocio porque además te regalan los chiken chukies o algo parecido.

Pero es que yo la quiero. Y vivimos los 365 del año (salvo bisisiestos) juntos, paseando agarrados de la mano el finde y hablando. A veces esas conversaciones son intrascendentes. Es como el ruido de fondo. Pero son tan intrascendentes como imprescindibles. Porque cuando no me habla, es como si de pronto notara que deba ir a buscar mi corazón al cubo de la basura. Ya claro. Lo que notarás en falta es el estómago, dirá algun@. Que no... ¡joder! Que es otra cosa.

¿Será la convivencia?. Sí, va a ser eso, la convivencia. Ese acuerdo en el que dos seres humanos deciden asociarse para constituir una UPE (Unidad de Perduración de la Especie) mediante la cual pierden parte de sus libertades individuales y establecen un acuerdo de colaboración económica con el fin de integrarse en el sistema de tal modo que les toque la parte de los rodillos. Porque es mejor que la de los engranajes. No sé. De economía no entiendo.

Yo sólo sé que la quiero. Y que como blogero es mucho más interesante un adulto complejo de mirada incisiva que yo. Ya os lo dije, la gente simple no vende. Y hoy, simplemente la quiero. Lastima que no pueda oirlo porque está durmiendo. Francamente, estas no son horas para andar queriendo a nadie. A ver si mañana me acuerdo de decirselo.

miércoles, 13 de abril de 2011

La señal. Primera version.



Melodia nuevo año



La version definitiva. Hay que seguir trabajando en ella.

martes, 12 de abril de 2011

Amigo silencio

Sonó el despertador. En realidad el reloj ya no hacía falta pues hacía años que siempre despertaba a la misma hora. Se aseó y desayunó. Guardó las zapatillas, dobló pulcramente el pijama y lo guardó en el armario. Se vistió con el uniforme y sobre él, una cazadora deportiva de color claro. Antes de salir, apagó las luces y cerró la puerta. Despacio, giró la llave en la cerradura, tomó aire y comenzó a bajar las escaleras.


En la calle, el sol todavía no había acabado de ponerse pero corría una brisa fría que le hizo subirse la cremallera de la cazadora y entornar los ojos. Se dirigió andando a la parada del metro, bajó las escaleras y tras cruzar el torno, recorrió los pasillos hasta el andén. Siempre se encontraba más cómodo aquí. Se acercó al punto donde habitualmente coincidía una puerta de vagón y se apoyó en la pared. Cerca de él unas adolescentes de mochilas y ojos decorados se empecinaban en acabar todas sus coreografías verbales un "osea" o un "tía".

Llegó el metro y abrió sus puertas. Cuando entraba, una de las chicas que caminaba pendiente de sus amigas, tropezó con él. - "Aiiiiiis..... disculpa tío" - le dijo con voz engolada mientras sus amigas reían. - "No pasa nada" - respondío él, a la vez que ellas se alejaban hacia el fondo del vagón entre noñerías.

Se sentó. Comenzó el rápido alternar entre la ruidosa oscuridad del tunel y la blanca y silenciosa luz fluorescente de las estaciones. Una voz digital anunció su destino y bajó para dirigirse al aparcamiento donde trabajaba en el turno de noche desde hacía varios años. En cuanto su compañero lo vió entrar, cogio su chaqueta y salió de la cabina diriéndose apresuradamente hacia la salida. A medida que se marchaba comenzó a hablarle:

- Todo normal. En la 27 hay un venticuatro horas, pero dudo mucho que salga antes de las diez. Buena noche -

- Buena noche - respondió

Entró en la cabina, cerró la puerta con el pasador y se sentó. Sacó una libreta del bolsillo e hizo unas anotaciones para después guardarla en el bolsillo de su cazadora antes de colgar esta de una percha en la pared. Se acomodó ante los monitores.

A la mañana siguiente, el relevo llegó tarde como de costumbre. Pero él nunca tenía prisa.

- Oye disculpa. El crío ha tenido una noche fatal... los dientes, ya sabes. Te debo otra. - le dijo.

- Ningún problema. En la 27 hay un venticuatro horas. Adios. -

- Venga. Adiós y gracias de nuevo. -

Cuando llegaba a las escaleras su compañero le dijo:

- Oye, un día de estos te tienes que venir por casa. Podemos cenar....

El - sin volverse - hizo un gesto de asentimiento con la cabeza y la mano y comenzó a subir. Salió a la calle. Tomo de nuevo el metro y vagó por la ciudad hasta la hora de apertura del hiper. Como era habitual, fue uno de los primeros clientes del día para desespero de reponedores retrasados. Pagó ante una todavía somnolienta cajera.

- ¿Efectivo o tarjeta? -
- Tarjeta-
- Son cuarenta y tres con ventisiete.

Salió del centro comercial y se dirigió de nuevo a su casa. Colocó la compra en los armarios de la cocina y después se sentó en la mesa. Sacó de nuevo la libreta. En su última página estaba anotado:

- No pasa nada.
- Buena noche
- Ningún problema. En la 27 hay un venticuatro horas. Adios. -

y ahora añadió con letra caligráfica:

- Tarjeta

Releyó las palabras para después asentir y cerrarla. Se dirigió al salón. Allí, en varias estanterías, se abigarraban docenas de libretas de tapa dura. Las más antiguas combadas por el paso del tiempo, las mas recientes tiesas y arrogantes. Colocó la que llevaba en la mano en último lugar y se giró para marcharse. Pero se quedo quieto. Su respiración se aceleró y se volvió de nuevo hacia ellas. Su mirada las recorrió y se posó en una en concreto. No destacaba por nada en especial, salvo que parecía especialmente ajada. Con delicadeza la tomó, recorrió sus páginas hasta pararse. Leyó y cerró los ojos.

Recordaba intensamente aquel momento. La conocía desde que eran niños. Mucho antes de que su madre muriera y el viviera sólo en aquel piso heredado. Ella vivía en el tercero, la había visto crecer y convertirse en una mujer. Aquel día, como tantos otros, habían coincidido en el portal. Ella, cargada de maletas, se marchaba de la ciudad pues había conseguido trabajo en Londres, una oportunidad profesional que no podía desaprovechar. "Hoy empieza mi nueva vida" le había dicho emocionada. Y se despidió con dos besos. El quedó con su media sonrisa plantada en la cara, sujetando la puerta abierta mientras el taxi doblaba la esquina. Siempre la había querido en silencio, no podía ser de otra manera, pero cada vez que lo releía .....quería gritar, como debía haberlo hecho aquel día.

Se sentó en una butaca. Colocó la libreta en su regazo, con sus manos sobre ella. A través de las cortinas entraba la luz del día llenando la estancia con una claridad difusa. Respiro hondo y de nuevo sintió el silencio. El nunca se marcharía.

C a r n e

Amos de nuestro futuro, 
dueños de nuestro destino.
Altivos y exuberantes
como la reina de los cisnes.

Así nos creemos cuando
la aurora nos entrega
su tersura brillante y dorada.

Solo en el dolor del ocaso
sabrán nuestras almas,
inexistentes y turbias,

Que sólo somos c a r n e,
que no hay nada más allá,
que el sendero termina sin destino,
que los latidos perdidos...

Perdidos están.

domingo, 27 de marzo de 2011

Sobre fondo gris

Siempre tuve un alto concepto de mi mismo. Venero algunas de mis fotos como fieles reflejos de la complejidad del universo cuando no son mas que disparos de compacta de excursionista e interpreto profusas obras maestras a la guitarra que sólo yo entiendo. Y que decir de lo que escribo ...

Sin embargo cuando me calzo el yugo y compuebo que la piedra gira pero no se mueve de su sitio, que el reloj todos los días señala las siete y cuarto a la misma hora, mi mente no tarda en ascender de nuevo a su reino de fantasía ....para regresar envuelta en llamas.


Culparé a otros, culparé al destino y sobre todo me culparé a mí. No me reconoceré en esa imagen arrugada y canosa que me devuelve el espejo. Rechazaré lo que tengo y lo que soy, a los que me rodean e incluso a los que me quieren, a fin de volver lo antes posible a mi mundo de ensueños. A ser el adolescente que todavía podía abrir cualquier puerta.

Hace unos meses una persona al despedirse me deseo un buen día y que tuviese muchos clientes. Antes de que se marchara yo le contesté que ojalá fuesen como él: "Ha sido un placer atender a una persona tan amable", dije exactamente. Sonriendo me contestó:

- Mira, yo he pasado muchos años embarcado, meses seguidos en bacaladeros por los mares de Terranova, y aprendí una cosa. En mi camarote había naranjas y limones. Cuando estaba con los compañeros, si les daba limones, recibía limones, pero cuando les daba naranjas, ellos me daban naranjas también. Por eso, ahora cuando salgo de mi casa, siempre llevo naranjas en la cartera y dejo los limones en la nevera -

Eres lo que das. Somos lo que damos. Ha llegado el momento de aceptar que estoy donde estoy porque es aquí hasta donde he conseguido llegar y dejar de sollozar por todos los trenes perdidos: comenzaré a andar por la vía. Y además lo haré sonriendo, que ya me duele el cuello de tanto mirar para atrás

Eso sí. Seguiré tirando fotos a diestro y siniestro y profundiéndome en mis sinfonías de baratillo. Y asomaré la cabeza respirando trozos de mí, aquí, sobre fondo gris.

jueves, 24 de marzo de 2011

Demascasia

Demasiadas calles. Demasiadas incognitas. Demasiadas preguntas. Demasiadas respuestas. Demasiados silencios. Demasiada luz. Demasiadas palabras. Demasiado espacio. Demasiadas paredes. Demasiado artificio. Demasiada mentira. Demasiada hambre. Demasiados ojos. Demasiado amarillo. Demasiados recuerdos. Demasiada realidad. Demasiada busqueda. Demasiados finales. Demasiada sed.

Escasos senderos. Escasas soluciones. Escasas preguntas. Escasas respuestas. Escasos silencios. Escasa sombra. Escasos hechos. Escasos abrazos. Escasas puertas. Escasa verdad. Escasa culpa. Escaso pan. Escasas miradas. Escaso huevo. Escaso presente. Escasa piedad. Escaso tesoro. Escasos principios.

domingo, 20 de marzo de 2011

Aquel Domingo

Muy despacio acerco su nariz hasta rozarla con la suya. Olía bien. Era un olor que no podía reconocer pero era agradable. Una mezcla entre limpio, nuevo y jabón. El pequeño abrió su mano y de forma torpe comenzó a tocarle la punta de la nariz. Lo separó y levantándolo de nuevo, volvió a acercarselo frotando su mejilla contra la suya. Sentados en un banco exterior del parque, el sol incipiente les calentaba aquel Domingo en el que la ciudad todavía dormitaba.

Frente a ellos Mónica no paraba de moverse nerviosa. Era la primera vez que él cogía al niño y aunque una sombra de duda se cruzó, se disipó en cuanto vio su primera mirada. La mezcla entre nervios y alegría le impedía estarse quieta y parecía que en cualquier momento saldría corriendo por el cesped riendo y saltando empujando el carrito del bebé.

Lucas lo separó de nuevo y teniéndolo frente a sí con ambas manos, fijó su vista en aquellos ojos claros que nada veían. Un mechón de pelo liso y marrón asomaba bajo la manta en la que estaba envuelto y, bajo ella, notó como sus piernas se movían. "¿Me cogería alguna vez mi padre de este modo?", pensó.

Su padre. No podía culparlo. Sólo un par de fotos rancias que guardaba el abuelo en un sobre en la mesilla de su habitación. También él lo había perdido. Años de mar, soledad y trabajo que le habían podido. Mientras madre vivió, él permaneció anclado al mundo real, pero cuando el puto cancer la carcomió, levantó anclas amarrado a la botella.

Mónica miraba al bebe y se mordisqueaba el labio inferior. Ambos habían dedicado el año a comerse los morros por las esquinas fumándose las clases. Y ahora estaban sentados en el aquel parque con su hijo en brazos mientras el muro del futuro se levantaba cada día que pasaba. De momento, ella seguía con sus padres en el piso que tenían alquilado. Era un cuarto piso sin ascensor construído en la periferia a mediados de los setenta en el que el parquet se levantaba por la humedad pero nunca se le reclamaba nada al casero porque sería imposible encontrar algo parecido por el mismo precio. Algo que todos los vecinos sabían y el propietario también, un tácito pacto mutuo de no agresión. Sólo así podía explicarse que nadie alzara la voz cuando los telefonillos llevaban estropeados varios años. Así, cuando Lucas cuando venía a buscarla, silbaba desde la acera para llamarla y ella se asomaba, tirandole un beso por la ventana, como señal de que bajaba. Y cuando no lo oía, él perdía la paciencia silbando hasta que ella se daba cuenta. Aquello y sus broncas de adolescentes embarazados, los habían hecho muy conocidos en el barrio. Mucha gente murmuraba a su paso cuando los veían. Por eso preferían pasear cuando las calles estaban vacías de miradas .

Lucas vivía con sus abuelos. En el fondo de sus recuerdos había un tiempo en el que él y sus tres hermanos tuvieron una casa y unos padres, pero cuando madre murió, todos quedaron a su cuidado, mientras padre navegaba embarcado año tras año. No tenía mas recuerdo que el de un hombre borracho sentado en las escaleras al que ayudaban a levantarse.

- Lucas, ¿que haces despierto?¡¡Marcha para cama ahora mismo!! - le había gritado la abuela desde el rellano cuando lo descubrió mirando oculto tras el pasamanos. Alguna vez había preguntado y la respuesta que obtenía siempre era la misma: "Hazte a la idea de que no tienes padre. Ese hombre se perdió en la vida".

El abuelo era un hombre pequeño pero de brazos fuertes que había sido capaz de sacar adelante a toda la prole trabajando de carpintero. Hacía varios años que estaba jubilado y el corazón ya le había dado algún aviso. Ultimamente tenía la mirada triste y preocupada. Sabía la causa. También él había estado pensando. Los trapicheillos que iba haciendo le daban para sacarse para lo suyo y unos euros extra. Pero ahora todo tendría que ser distinto. Se había dado cuenta el día que fueron a ver un cochecito para el niño. No había ninguno que valiera menos de cien euros y hacía mucho que no disponía de cien euros juntos. Gracias a una amistad, consiguieron uno en la parroquia con la promesa de devolverlo en buen estado, pero de golpe se había dado cuenta de lo que sería su futuro y el de Mónica. Y el de su hijo.

Se levantó y le dió el niño. Mientras ella lo colocaba en el capazo se giró y vió a su alrededor. En los arboles algunos gorriones revoloteaban entre las ramas. Una persiana comenzó a levantarse en un edificio cercano. Al fondo, en el mar, asomaban las velas blancas de alguna escuela naútica que aprovechaba el día para practicar. Se volvió y la vió mirándolo, con su sonrisa inquieta y traviesa. Entonces dijo:

- Mañana debemos subirnos al instituto para ver como podemos volver a matricularnos el año que viene. Y si no podemos, buscaremos trabajo. Quiero que mi hijo tenga padre. -

Ella rompío a llorar y se abrazaron mientras el sol incipiente les calentaba aquel Domingo en el que la ciudad todavía dormitaba

jueves, 3 de febrero de 2011

Todos tenemos cuartos oscuros.

Todos tenemos cuartos oscuros.

Habitaciones del recuerdo tapiadas con gruesas paredes de ladrillos rojos o cerradas con grises puertas metálicas de cadena y candado. Estancias ciegas al presente. Pozos profundos tapados con gruesa losa. Como las sepulturas. No te sorprendas, si avanzas por el pasillo de tu memoria, encontrarás alguno.

A veces la prontitud impetuosa de un encuentro nos lleva hasta ellos en volandas. En otros casos, la implacable determinacion de lo establecido por otros, nos obliga a girar, vuelta tras vuelta, la llave de la cerradura y a asomarnos a su interior conteniendo el aliento.

Bajo el olor a aire retenido, siempre se aprecia el aroma de las cosas que fueron. A veces es un perfume. Otras un hedor. Los viejos muebles se mantienen intactos con sus brillos inalterables bajo una suave capa de polvo. Sólo ilusión. Simple carcasa encubriendo el quehacer de las carcomas. Las paredes del cuarto siempre se nos semejan lozanas e idénticas, pero cuando nos fijamos, descubrimos las grietas que las surcan, las arrugas esparcidas por el papel, las telas de araña mecidas por el aire que entra por la puerta recien abierta. Bajo las sabanas, las sillas semejan bultos que tomarán vida para acusarnos por el olvido mientras las cómodas nos ofrecen cajones de guias vencidas, imposibles de abrir por el peso de las amarillentas mantelerías de lino. Ahora nos damos cuenta de la soledad del mutuo encierro.

Todos tenemos monstruos. Hojas arrancadas del libro de la vida o retratos girados en el ultimo estante del recuerdo. Pasajes y rostros que no podemos olvidar. Habitaciones del recuerdo tapiadas con gruesas paredes de ladrillos rojos o cerradas con grises puertas metálicas de cadena y candado.

domingo, 2 de enero de 2011

Melodia año nuevo



Una de las primeras tomas.