/* Esto es la redirección */ /* Finde de la redirección */ eScritos iRregulares: 2015

viernes, 18 de diciembre de 2015

fRaSes

A veces, 
lees frases que son masticar arena de playa,
asfixiarse en niebla de zarzas:
golpear un árbol con nudillos
para extraer el jugo de su savia.
 


Hay frases que oídas
dan deseos de lavarse,
colirio de tabasco en los ojos,
sangre seca de venda que
arrancas mordiéndote el labio. 

Pero, a veces
hay frases que son
lluvia en cálida tarde.
Sinceras como sed saciada,
etéreas como la sombra de los que no están,
profundas como su recuerdo.
Enormes sin métrica ni medida,
redondas como el suspiro de un niño,
transparentes como la sombra del agua,
infinitas como el pensamiento de un loco. 

Amor maduro y verdadero:
extraña delicia encontrarlo,
destella solitario
en este tiempo de prisa y engaño. 

Aunque sea el de otros.

jueves, 26 de noviembre de 2015

saNTiago

Santiago
húmedo, oscuro,
un ojo azul trae calma.

Santiago
ocre, mojado,
granito que bebe regatos.

Anciana de piel tersa
por el paso de multitudes,
cuando la luz rompe la sombra
se respira aroma de agua.


Peregrino,
dejó sus cosas henchido
una vez terminada la senda:
Los bienes no tienen valor
cuando la mente se sublima
por lo visto,
por lo sentido,
llegado al fin del camino.

Santiago
joven, verde
en ti se forjan las mentes.

Santiago
piedra, saber
comienzo de tantos destinos.

Para otros, ya venidos,
el otoño comienza y las hojas,
dan sus primeros crujidos.

Cuando llame el arcoiris
sentiremos tu penumbra,
veremos tu piedra,
quizá oigamos tu guía.
Y bajo soportal tardío
cobijaremos nuestro cuerpo
de esa poalla cansina
que a veces en decirnos
empecina:
soy el agua, el agua que te dio vida.

jueves, 19 de noviembre de 2015

dieZ FraSEs

Caminamos y nuestras huellas se borran
aunque cerremos los ojos
al atardecer, al ocaso,
asidos como una pinza
a los mil pasos dados,
a nuestra herrumbre,
a la penumbra creciente.
Sólo los que nos siguen iluminan
reflejando las ultimas luces:
la vida ve nuestro paso

martes, 10 de noviembre de 2015

NécORas paRDas

Subirá la marea y pardas,
las nécoras recorrerán la piedra
borrando tu nombre.

Parecerá que todo ha pasado
que ya nada queda
de aquello que escribiste

Más sin embargo tu sabes
donde la mellaste
y tu nombré quedó.

Creerás que nadie
borrará la lembranza
que tu y las nécoras
ahora comparten.

Quizá un atardecer ardiente
regreses a esa playa,
regreses a esa piedra y
sin saber sabrás
que allí ya has estado
que allí algo se grabó.

Y un mar oscuro
susurrante
lavará tus pies sobre la roca
como las nécoras grises del tiempo
lavan la memoria de nuestra mente.

Náufragos en mar de olvidos
aferrados a tabla de recuerdos
que nuestros propios cámbaros negros
se empeñan en ir carcomiendo.

jueves, 2 de julio de 2015

pOemAs de cOrAzon dEsbocAdo

Me gustaría saber escribirte
poemas de corazón desbocado:
entregarte palabras bañadas
en la ardora de la aurora.

Detener el tiempo y
borrar mi memoria cada noche
para volver a conocerte
cada mañana de nuevo.

Me gustaría ahuyentar la tormenta
de tu boca y de tus ojos
cuando viene:
saber templar tu alma
cuando está fría,
en la soledad inabarcable
de su adentro.

Me gustaría ser la sorpresa
resultado de la costumbre
y aquel que destila tu sonrisa
con un gesto tres veces improvisado

Pero no puedo,
no sé.
Como siempre
sólo sé decirte:
Te quiero.

Porque tú
labras las sendas
sin marcarlas.
Porque tu,
completas elipses
que aspiran a infinitos.
Porque tú
eres lo que ansío
y necesito.
Porque tú
eres parte de mi yo
que vive fuera de mí.

Tan sólo la duda,
- ni tan siquiera la ausencia -
sólo tan sólo la duda,
suficiente para sentirme fuera
de ti, de los nuestros
y rechina metálico corazón
bajo lima, la lima del dolor,
mientras pulimos aristas inexistentes.

Me gustaría saber escribirte
poemas de amor desbordado:
repletos de ansia,
frases etéreas de simbólico significado.

Me gustaría ser,
perfecto, acabado, curioso
para saber dar siempre
el siguiente paso en descubrirte...
pero no.

Es mentira,
Puedo escribirte palabras
enrocadas,
complejas,
convexas.
Puedo rimar lo que soy,
y lo que no:
que suene a lirio
y que huela como a metáfora.

Pero ante ti,
soy un simple.
Hombre de dos palabras.
De nudo.
De sentir tu ausencia.

Cuando callo,
y dejo el lápiz,
cuando en el silencio el reloj
titaquea en la cocina
y no estáis,
y tu no estás,
sólo siento vacío.

Puedo pensar que es
el cálido aire moro del verano
que me asfixia
pero no:
es que tu me faltas.

Y entonces,
el verso se agota,
mustio se eleva
y sólo se decir:
Te quiero,
Marga.

lunes, 8 de junio de 2015

703

Acababa de dejar la bolsa de basura en el contenedor cuando sentí algo blando bajo mi pie. "¡¡Por Dios, si sólo he bajado un momento a tirar la basura...!!" Lo levanté con cuidado y comprobé que acababa de pisar un pequeño montón de algo parecido a algodón. "¿Algodón......y esto?" Un rastro desperdigado partía de donde yo estaba y desaparecía en la entrada del callejón cercano. La lluvia fina había comenzado a caer y hacía que la idea de asomarme sonara más que peor: conocía bien lo sucio y mal alumbrado que estaba. Pero la curiosidad me pudo.

Más o menos a la mitad había un escalón de piedra a la entrada de una vivienda que llevaba años cerrada y en la distancia me pareció observar algo sobre ella. Al acercarme ví que se trataba de un viejo oso de peluche que algún día fue marrón. Por una de sus piernas descosida, había salido el relleno que me había llevado hasta él. Su cabeza estaba volteada hacia la pared. Me agaché y cuando iba a cogerlo, se giró y mirándome con los botones de sus ojos me dijo agriamente:

- Que quieres imbécil. ¿Nunca has visto un peluche?

El tono me sorprendió. Siempre había tenido un trato agradable y dulce con los peluches infantiles. De hecho los dos favoritos de mi hijo y yo colaboramos en cantidad de anocheceres para convencerlo de que había que dormir. Pero las palabras de éste habían sonado como agrio vinagre rancio.

- ¿Puedo ayudarte? Podría hacerte un nudo - dije

- Sí claro. Ante uds. el cirujano callejero en su consulta del callejon meado. Si te parece vete recogiendo el relleno y me lo embutes de nuevo -

- Es una idea... y te anudo la pata -

-Ya. Relleno húmedo recogido del suelo: ideal para niños y la cría de moho y gusanos ¿Y después que? ¿Me buscas una casa de acogida? - dijo mientras rumiaba otras cosas que no pude entender.

- Tengo un sobrino pequeño. Igual puedo hablar con su padre y llevarte junto a ... -

- ¿Pero quieres callarte? Mira, he pasado muchos años encerrado en un armario y desde antes de que eso pasara ya sabía como son las cosas. ¿Vale? En cuanto mi ama empezó a pintarse los ojos supe que todo había acabado. Ya sabía mi destino final. Contaba con ello y estaba preparado. Pero cuando hoy abrió la caja y volví a verla, la reconocí al instante. Estaba distinta, como yo, pero para mi seguía siendo la misma niña. Y creí tener una segunda oportunidad. Agazapado en algún lugar había permanecido el recuerdo de que cuando era pequeña, ella había encontrado tirada una pequeña figura de madera. Su padre le dijo que la limpiarían y la pintarían juntos. Nunca lo hicieron. Pero te garantizo que sucia y todo, nunca he visto un cacho de palo tan contento como aquel el día que lo pusieron en nuestra estantería. Una segunda oportunidad..... He tardado tres horas en deshacer el nudo de la bolsa, subir hasta arriba y salir por la rendija de la tapa. Pero con este este regalo - y levantó hacia mi el muñón de su pierna descosido y deshilachado.

- No se que decir....quizá si....

- Quizá nada. Amigo, vete a tu casa y déjame tranquilo, esto es la vida real. Si quieres ponte Toy Story y sigue soñanado.

Nuestras miradas se cruzaron. Su ojos marfil hacía mucho que habían perdido el brillo y lo que había sido sonrisa, ahora era una raya. Meneó la cabeza. y mientras seguía murmurando, se volvió de nuevo hacia la pared. Me levanté y me alejé. Antes de girar en la calle le dí un ultimo vistazo. La luz de la farola sólo dejaba entrever un bulto oscuro encogido sobre el peldaño mientras la llovizna caía. Los restos de relleno volaban con el aire de la noche como copos de nieve sin peso.

A la mañana siguiente ya no estaba. Quizá el barrendero, quizá un gato o quizá alguien con más coraje. Lo único que sé, es que ya no puedo ver igual a los peluches de la habitación de mi hijo. Y me he dado cuenta que ellos, a mi, tampoco.

sábado, 30 de mayo de 2015

1493

uNo

Hacía mucho tiempo que la veía subir la cuesta con la bolsa de la compra, pero en las últimas semanas su cara era sombría y las negras lunas crecientes de sus ojeras eran preámbulo de unos ojos cada vez más tristes. Además había notado que ella también se había dado cuenta de que él la veía. Por eso, cuando estuvo a su altura, decidió dirigirse a ella:
- Hola. ¿Podría ayudarme?
La mujer se paró saliendo de su ensimismamiento  algo sorprendida y aturdida
- ¿Cómo dice?
- Si podría ayudarme, señora. Cualquier monedilla suelta me vale – dijo tendiéndole el viejo tupper plástico que usaba como limosnario.
Ella se quitó el guante de lana y comenzó a rebuscar en su bolso. Él dejó el tupper a su frente, abrió una bolsa con cremallera y sacó una caja cartón.
- Por favor, dígame cual es la inicial de su nombre…. le voy a hacer un regalo
Enfaenada en la búsqueda le respondió sin levantar la vista: “S”, para después resoplar al encontrar al fin una moneda. “No hace falta, tengo prisa”. Se agachó y la dejo caer en el envase pero antes de levantarse se encontró con una mano que le tendía un trozo de cartulina verde doblada con una S mayúscula temblorosamente dibujada.
- Cójalo. Cójalo, por favor – le dijo con una sonrisa  -  Yo le llamo mis recetas de vida. Cójalo. Y esta es verde esperanza.
La mirada de ella se tornó inquieta un instante, pero tomó el papel, se levantó y dándole las gracias reanudó su camino. La observó hasta que dobló la esquina pero antes vió como guardaba el cartoncillo en el bolsillo. Sonrió levemente y volvió a concentrarse en la R que cuidadosamente estaba dibujando.

dOs

Estaba harta. ¡Harta! Acababa de marcharse dando un portazo y no volvería hasta las tantas borracho o colocado. O ambas cosas. "Sólo me he puesto un poquito agustito. A tí que te importa" le había dicho la última vez con aquella voz lenguosa antes de quedarse dormido en el sofá.
Cuando empezaron a vivir juntos se querían - ella al menos - sinceramente. Pero a medida que transcurrieron los meses se convirtieron en extraños viviendo en la misma celda: un modesto piso de alquiler amueblado en la periferia. Paredes cien veces repintadas, suelos de baldosa y cuatro estancias: cocina, baño, sala y dormitorio. Todo era rancio salvo el menaje básico pues no habían invertido nada en él. "Para qué si no es nuestro. Quien sabe donde estaré mañana", sentenciaba siempre su pareja. La única nota de color eran las cortinas malvas que había comprado para la habitación.
Mientras ella había tenido trabajo las grietas sólo habían sido grietas pero ahora que estaba en paro, eran fosos insalvables. El la trataba como una sirvienta y la consideraba una mantenida, una inútil. "Si pudiera encontrar otra vez un puto trabajo", pensó mientras rebuscaba una cajetilla en el armario. Metió la mano en el bolsillo del abrigo y encontró el cartoncito doblado. "Vaya... verde esperaza. Que jodido el tipo"
Lo desdobló y leyó la frase en su interior. Levantó la mirada ya vidriosa y, dejándo caer la nota, se sentó en la cama sollozando. "Es cierto.¿Porque? ¿Porque me hago esto? ¿Hay algo aquí que merezca la pena?" A su alrededor flotaba un silencio como si el cuarto supiera la respuesta pero no quisiera dársela. Comenzó a llorar intensamente y el eco de su llanto resbaló por las paredes del piso durante un buen rato. Finalmente, levantó el rostro con los ojos enrojecidos y las rieras de sus lágrimas marcadas en las mejillas, se limpió con las mangas y tomó decidida la nota del suelo: "Ya está. Es cierto. He de irme".

trEs

Cerró la puerta y tiró de la maleta hasta el ascensor. Dentró comprobó que tenía suficiente dinero en la cartera, vió la hora en el móvil y calculó "Tengo tiempo para pasar a despedirme  y bajar andando hasta la estación". En la calle el frío había arreciado y aunque era mediodía, el aire estaba tan gélido que le provocó un escalofrío. Dobló la esquina. Había un corrillo de personas donde solía ponerse el mendigo y al acercarse entrevió sus cartones sobados en el suelo y su bolsa. Èl no estaba. En su lugar había varias velas encendidas y alguna flor.
- ¿Que ha ocurrido? -
- Ha muerto. Angel ha muerto. - contestó una anciana girándose.
- ¿Pero ...? Ayer lo ví aquí, incluso hablé un rato con él ....¿ Como ?
- Dormía en el cajero. Pero hubo alguna queja y el banco avisó a la policía para que lo desalojara. Le prohibieron dormir dentro e intentaron convecerlo para que fuera a un centro. Pero se negó. El no quería abandonar este sitio y siempre decía que todavía tenía mucho por hacer. Esta noche ha sido muy fría, muy muy fría.......lo han encontrado muerto al amanacer cobijado bajo sus cartones.
- ¿Y esta gente?
- Pues a medida que la noticia se ha ido extendiendo hemos venido a decilre adiós. Ya sabes lo que hacía. Creo que a todos en algún momento nos ha dado una nota. Imagino que a tí también.
-Sí.......y venía a despedirme.
- Pues me temo que ya no podrás hacerlo, hija.

cUatro

Por la avenida subían dos coches patrulla y se detuvieron un poco antes del grupo. Los agentes bajaron y uno de ellos se acercó conminándolos a abandonar el lugar: "Circulen, por favor. Están obstaculizando el paso. Por favor, circulen."
- ¿Por qué?. No estamos haciendo nada malo - se alzó una voz - solamente presentar nuestros respetos a un amigo fallecido. .
- Si le quieren presentar sus respetos, acudan al tanatorio. En la vía pública no puede hacerse sin autorización y Uds. no la tienen. Además están obstaculizando la acera así que, por favor, CIR-CU-LEN. Tengo ordenes de despejar esta zona. Continúen su camino .
A regañadientes el grupo se fue deshaciendo. Ella los vió marcharse con una mezcla de rabia y tristeza con los puños apretados dentro de los guantes. Frente a la pared, la única de las velas que permanecía encendida, tililaba luchando con el frío mientras los cartones parecían también querer ponerse en pie para huir, agitados por el viento.
El agente comenzo a hablar a través de la emisora: "Central, central, 288 para central. La sucursal está ya despejada, envíen a los de la recogida de residuos". Una voz nasal y metálica le respondió: "Afirmativo. Están de camino".
Se había quedado sola. Vestida con su abrigo azul marino y embutida en un gorro de lana beige, con un brazo caído y la otra mano agarrando a la maleta. A pesar del frío, hervía por dentro. Recordó entonces aquella voz verde esperanza y las breves conversaciones de acera como boyas agitadas en la marejada de la ciudad. Se acercó a la vela, se agachó y soplo con dulzura: como cuando se sopla una herida. La llama dejo de agitarse y desapareció. El rescoldo en la mecha fue marchitándose como una flor naranja.
- Hasta siempre, Angel. - y reanudó su camino acera abajo.
Hacia su nueva vida.

ePílogo

Cuando el pequeño camión de recogida llegó, uno de los operarios bajó a la acera e introdujo los cartones en la parte de atrás. Recogió las flores y las velas y separó un lirio para quedárselo: "Le gustará" - pensó.
Sólo quedaba la bolsa: "No sé como sigue aquí todavía. Pero claro, con este frío, no hay nadie en la calle" . Se agachó a su lado y abrió la cremallera. Dentro alguna prenda de ropa y una pequeña caja de cartón: "Iniciales" leyó en la tapa. Con curiosidad comenzó a remover los pequeños trozos de cartón doblado. Los había de diferentes colores y estaban ordenados alfabéticamente. "Vaya, este paisano coleccionaba nombres. Se ve cada cosa. A ver..... la mía.... O, P, Q, aquí". EL pedazo era de color negro y tenía una R remarcada varias veces en gris. Una lápida. Lo abrió con curiosidad y leyó la frase en su interior.
Como si hubiese sufrido el efecto de una descarga eléctrica sólto el papel y cayó sentado con los ojos abiertos y un rictus de pánico. Recogió el mensaje del suelo, lo tiró dentro de la bolsa e intentó cerrarla. Sus dedos fríos no podían con la cremallera recia mientras el mensaje se le mostraba insolente en el interior. En su esfuerzo, acabó por romperla. Apresuradamente cogió la bolsa en volandas y la tiró en la trasera del camión, abrió la puerta de la cabina y subió desencajado
- Arranca, arranca - le dijo al conductor- ¡arranca hostia!
- ¡Ramiro! ..... tranquilo. ¡¡Que ya vaaaaaaa!! Ya se que hace frío pero aún queda jornada, con lo que amigo ..... acostúmbrate o ponte ropa. ¿A donde ahora?
Pero él no contestó. Su mirada se perdía más alla del parabrisas, más allá de donde la avenida acababa, quizá más allá de la ciudad mientras las palabras giraban y rebotaban en torbellino en su cabeza.

domingo, 15 de marzo de 2015

"La verdad corre más que tú"
316

Meticulosamente recortaba los papeles que iba extrayendo del archivador de fuelle. Los recibos impagados, los “dispone Ud de .. “, los apremios, los avisos de descubierto, la notificación de embargo para - a continuación - depositar los cuadraditos ceremoniosamente en la bolsa de basura que tenía a su lado. Cuando terminó, la bolsa no estaba tan siquiera terciada y sonrió pensando: “Toda una vida y no lleno ni media bolsa de mierda”.
Dejó la tijera en el cajón y recorrió la casa comprobando que persianas y puertas estaban cerradas. En la cocina aseguró la llave del gas y dejó la vacía nevera abierta para que no cogiera olores. Tomó la mochila y tras dejar la nota en la entrada, bajó el interruptor principal eléctrico. La casa quedo muerta. Su casa. Tan exhausta como él. Antes de abandonar el portal, metió las llaves en el buzón y deseó que alguien tuviese una buena idea antes de reventar la puerta.
El paseo no fue largo. Tampoco excesivamente corto. Realmente no sabría ponerle tiempo pues el tiempo nunca había tenido que pagarlo. En la playa, buscó un sitio recogido, dio cuenta de la botella y abrió el pastillero. El Dr. Quiroga le había prohibido más de una y media por la noche. “Sólo cuando te vengas muy, muy, abajo y para venirte muy, muy, arriba al día siguiente” le había dicho. Cogió las siete y contándolas de memoria se las fue tragando. Tenía diez minutos.
Se desnudó, guardo la ropa en la mochila no fuera humedecerse y fue a la orilla. El agua fría mordió los tobillos. Tras él, borboteaban las luces de la playa y frente a él, el mar rompía como el pasar de las hojas de un periódico. Apretó los puños pensando en sentir el frío agua, pero no fue. Solamente era agua. Comenzó a nadar y pronto todo, fue agua.
Y nadó, nadó, nadó ..…