/* Esto es la redirección */ /* Finde de la redirección */ eScritos iRregulares: julio 2012

martes, 31 de julio de 2012

Latidos grises

Sólo cuando grises son los latidos
tengo necesidad de venir a las palabras
y exhalar sobre ellas mi aliento vacio.

Esparcir a otros mis sombras, libera;
acto de egoista supervivencia
que de vez en cuando necesito.

Rebosadero de alma cargada de piedras
que rumía despacio,
incapaz de tirarlas.

Y una vez hueco, esférico,
me giro y busco de nuevo,
sentado sobre mis versos,
ensartado en mis frases.

¿Es cierto lo que digo?
¿Es cierto lo que soy?
¿Tan terrible es mi desdicha?
¿Tan cruel es mi vivir.?

¿O,
quizá soy un niño rechoncho y caprichoso nunca harto de chocolate?

viernes, 6 de julio de 2012

baRba deshilachada

"Uno, dos, tres, cuatro, cinco, ..."

El hombre contaba mentalmente amparado del sol de la tarde bajo el toldo de la tienda de deportes.

"Uno, dos, tres, cuatro ... demasiado rápido"

Bajo sus gafas redondas veía de reojo. Alto, delgado, deshilachada barba morena y vestido con esas ropas de color indefinido gracias a las docenas de usos y la sosa del detergente de la beneficencia.

"Uno, dos, tres, cuatro, CINCO, SEIS, siete.. demasiado lento"

Había invertido varios días en descubrir la cadencia adecuada sentado en el banco de la calle. Y, cuando la tuvo, necesito alguno más para encontar la cifra. Ahora que tenía ambas, estaba decidido.

El coche debería tardar una cuenta hasta seis hasta el escaparate de la frutería. Con más no llegaría a tiempo y con menos, frenaría.

El bulto en su regazo se agitó. No era de extrañar embutido en dos pijamas, un chandal y el gorro de invierno. Pero no quería que se hiciera daño.

"Uno, dos tres, cuatro, cinco, SEIS ... este será"

Comenzó a andar y en tres pasos alcanzó el borde de la acera.
El primero fue vacilante, pero los dos siguientes recuperaron el instante de miedo.

El conductor vio cambiar a naranja el semaforo al fin de la calle. Cualquier otro hubiese amainado la marcha, pero él ahondó el pie, frustrado.

No había pisado la primera franja blanca cuando el coche cruzó frente a  él alocadamente para frenar quince metros mas tarde deteniéndose como un guepardo domestico a las luces rojas.

El hombre del bulto en su regazo miró al frente en el paso de cebra mientras la mujer que esperaba la apertura del supermercado meneba la cabeza reprobatoriamente.

Levantó despacio su pie derecho y lo puso sobre la acera. Hizo lo mismo con su pie izquierdo y maldijo su suerte.

"Cabrones. Esto también lo teneis medido ... hijosputa"

Y se marchó.

En el piso la dejó en la cuna, ahora ya solo vestida con su pijama rancio y la tapó, acurrucada bajo la sábana.

En la cocina abrió el escobero y cogió el pincho. Era un alambre largo y grueso que había preparado para coger las bolsas de basura de los contenedores. En los últimos meses había aprendido que las lilas del autocierre era las mas suculentas pero, por la razón que fuese, siempre estaban al fondo.

Salió con cuidado de no despertar a la pequeña. Era la hora de su siesta.
Aunque daba un poco igual.
Aunque rompiera a llorar,
                    nadie la oiría.