/* Esto es la redirección */ /* Finde de la redirección */ eScritos iRregulares: julio 2010

lunes, 26 de julio de 2010

Jaime

I. UNo


- O paras o me lo hago encima.
- No me jodas! ¿Pero tan urgente es la cosa?
- Te juro que no aguanto ni medio minuto más. ¡¡ Para ya!!

El conductor frenó el coche fúnebre en el arcén. Su compañero cogió los pañuelos de papel y salió como una flecha para perderse en la oscuridad mínimamente iluminada por las luces traseras.

-”¡Acaba antes del amanecer ¡” , se oyó gritar desde el coche.

Estaba a punto de reventar. Cuando cogía el periódico para llevármelo al baño en la base recibimos el aviso y como siempre este capullo había tenido que salir perdiendo el culo. Como si los muertos fueran a llegar tarde al juicio final. Para colmo, la juez de guardia se nos había adelantado: “Señoría … espere cinco minutos que tengo que plantar un pino”. Mierda trabajo. Las cuatro de la mañana y aguantando las ganas hasta que termina el levantamiento de los cadáveres. Al menos por esta carretera no pasa ni un alma y puedo aliviarme tranquilo. Algún autoestopista, mañana, alucina.


Tras levantarse encendió un cigarro. Ciertamente la noche estaba negra. Las luces de la ambulancia creaban un extraña áurea en aquella enorme recta. Y hacía mucho frío. A un par de kilómetros, bomberos y grúas se afanaban en despejar la carretera. Justo antes de la curva.

- “Eeeeeeeeh!! ¿Necesitas un enema?” - le gritó su compañero.

- “Un momento que ya va”.

Capullo novato. Siempre me tienen que tocar los turnos de noche con este imbécil. Ni que fuera a comisión por muerto recogido. Va a ser que tiene miedo de que los dos fiambres se salgan del saco y le sorban el cerebro. Gilipollas.

Fue entonces cuando oyó los ruidos. Al principio pensó que era un gato. “¿Un puto gato en medio de la nada? “
El ruido se repitió. Parecía un cachorro.

- Manueeeel!!!! Manueeeeel!!! Pásame la linterna.
- ¿Qué? ¿No te encuentras el ojete?
- Vete tomar por culo, gilipollas. Pásame la linterna que aquí hay un bicho.
- ¿Un bicho?
Abrió la puerta y se la tendió.
- Oye. Ten cuidado. A ver si va ser venenoso

Encendió la linterna. Venenoso… sí. Acojonado que está éste. Es lo que tienen los novatos. Mucho fardar con la chavala de que ven muertos todos los días pero seguro que tiene los calzones mojaos de miedo.

El ruido se repitió. Alumbró en su dirección y vio un bulto. Se movía. Al acercarse para al verlo, dio un respingo hacia atrás y se le cayó la linterna.


II.DOs

No debía haber aceptado aquel transporte. Seguro que si se hubiera puesto firme no hubiera pasado nada y ahora estaría durmiendo en casa con el culo calentito y su mujer a su lado.

Sí. Fácil de decir. Pero a ver como le explicas al banco que el recibo ha ido devuelto: “Mire señor director, es cierto que no hay saldo pero ¿y lo bien que dormí aquella noche? ¿Y lo calentita que estaba la cama? ” Seguro. Sobre todo con la cara de chulo piscina que tiene el director mi sucursal. Y esta espalda que me está matando. Debí hacer algo más de fuerza y hacerles saber que estoy medio jodido. ¡Que llevo doce años trabajando para ellos¡ Ya. Y otros, doce días, y dispuestos a comerme por los pies. Como para despreciar una carga. Pero esta espalda.

Rebuscó en el bolsillo de la camisa. Su mujer le dijo que una sería suficiente, pero esta claro que dos no lo habían sido. Se tomó otra.

En dos años, el camión pago. Y luego a conservarlo para que dure y que genere dinerito. Lo malo es que antes conducías doce horas y un café te llegaba para otras doce pero ahora te tomas tres y cuesta conducir ocho.

Bueno, todo sea por el niño. Cuando sea mayor será algo gordo. Nada de llevar camiones como el pringao de su padre. Ingeniero. Ingeniero de los que hacen los viaductos. Seguro que ese es buen oficio. Y el niño es listo.

Que bien estaría yo en la cama. ¡Aaaauuuugggghhhhh¡ La leche. Que sueño. Va ser verdad que tenía razón Marisa y con una llegaba. Bueno. Atento. Que lo que falta es liarla con esta carga de electrodomésticos que los del seguro buscarán alguna triquiñuela si pasa algo.

Vaya. Ya no me duele la espalda. Esta Marisa es la doctora familiar. Sólo hay que ver como controla los jarabes del niño cuando tiene catarro. A mí todos me suenan iguales: Mucosan, Tosferatu, Respirforte . Si llega ser por mí ….


¡La leche¡ Que sueño. En cuanto vea un sitio, me meto dos cafés. Ingeniero. Ingeniero de los que hacen los viaductos. Mira papá, ese lo he diseñado yo. Los pilares tienen 30 metros de luz entre cada uno de ellos. Podrías encajar seis trailers en medio y aun te quedaba sitio. …..

La curva llegó rauda. La brusca oscilación de su cabeza le hizo abrir los ojos. En un gesto automático contravolanteó la dirección, redujo de marcha y aceleró para intentar recuperar tracción. El motor rugió buscando un empuje suficiente para impulsar las toneladas colgadas de la cabeza tractora.
Al salir de la curva, en el último instante antes del choque, vio como sus luces iluminaban un coche en el que el piloto sonreía mientras miraba por el espejo. A su lado, una cabeza gacha de pelo castaño, levantó bruscamente su mirada enrojecida para verle directamente a los ojos.

III. TRes.

Las luces largas del vehículo formaban dos conos que se difuminaban en la negrura. Ella sollozaba acurrucada en el asiento de al lado. Él conducía con el ceño fruncido y la mirada fija al frente. Miró de nuevo por el retrovisor: nada salvo la noche. Poco a poco redujo la velocidad y se paró a un lado de la carretera sin apagar el motor.

-“Déjalo ahora”, dijo.

Su acompañante arreció en su llanto. Acurrucó todavía más el bulto. Negó con el gesto mientras él se inclinaba sobre ella y asiendo la manilla, abría la puerta. Su voz sonó otra vez. Impersonal, lenta, imperativa:

“Déjalo……. Ya”.

El aire frío de la noche inundó el coche. Ella se giró y sintió los guijarros de asfalto bajo la suela de sus zapatillas. Cruzó la cuneta y depositó el bulto con esmero sobre las hierbas que la bordeaban. Con un gesto insignificante deslizó algo entre los pliegues de la manta azul mientras la acomodaba. Se giró y subió al coche en silencio.

Arrancó con suavidad. Las estridencias no eran necesarias. Mejor dejarlo dormido y que el frío de la noche hiciera su trabajo. Mientas se alejaban, poco a poco, fue relajando el gesto. Ya está. Marrón resuelto. Mientras miraba por el espejo, comenzó a sonreír. Ella ya no lloraba.


Epílogo.

Por fortuna la linterna no se había apagado. La recogió del suelo y alumbró aquella criatura envuelta en una mantita azul. Lo cogió con cuidado arrullándolo para tranquilizarlo. Parecía sano aunque los mocos bajo la nariz comenzaban a escarcharse.

Dentro, con la calefacción encendida y mientras lo examinaba ante un compañero cuyos ojos no daban crédito, algo cayó al suelo. Lo recogió. Era una nota manuscrita de bolígrafo azul sobre un papel cuadriculado:

“Soy Jaime.”

En la trasera, un alma voló entonces. Libre y quejumbrosa.