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miércoles, 28 de agosto de 2013

Los niños del carrusel



                                                                 uNo

           Muy poca gente conoce esta historia. Llego a mí trabajando de reportero en un periodico provincial hace ya bastantes años tras una llamada de un contacto en los juzgados. Dijo que el juez se iba a desplazar de inmediato a un pueblo costero en las cercanías para realizar un levantamiento de cadaveres. Había pasado algo increible: en un carrusel a subasta en el depósito municipal se habían encontrado encerrados los esqueletos de dos niños.

           Gracias al soplo, pude hacerme con la noticia y desde dirección me indicaron que hiciese el seguimiento pues parecía que podría tener interés para la cabecera nacional. Ocurieron entonces acontemientos internacionales de gran relevancia que absorbieron completamente el interés del público y, mi pequeña noticia, quedó relegada al olvido. Excepto para mí


                                                                 dOs


           Odilo y Gregoria eran dos feirantes que se ganaban la vida con un puesto de tiro de esos tan habituales en las fiestas. Tenían dos hijos: una niña de 14 años y un niño de 6. Se ganaban la vida malamente en verano de pueblo en pueblo pero un día la suerte decidió sonreirles con un importante premio en la quiniela que puntualmente jugaba el padre todas las semanas. La cantidad no les permitiría retirarse del trabajo, pero sí puso de golpe a su alcance una posibilidad que siempre habían soñado: cambiar el puesto de tiro por un luminoso y musical carrusel de dos decenas de plazas.

           Tres meses después lo inauguraron. Y ese primer día fue un rotundo éxito. Normalmente las atracciones que acuden a las pequeñas localidades como a las que ellos solían ir, eran bastante desvencijadas y de sobra conocidas pero un carrusel tan nuevo, brillante, ruidoso y colorido como aquel, fue como un imán para los niños de la comarca.

           Tras la jornada, decidieron celabrar por todo lo alto su buena suerte, dejaron a los niños en la feria y marcharon al pueblo con su coche con el aviso de que volverían en un par de horas. Ellos vagabundearon por ella, donde eran conocidos, hasta que las atracciónes cerraron. No está claro que es lo que ocurrió, pero parece claro que los padres nunca volvieron. Las diligencias policiales apuntaron a un despeñamiento en alguno de los acantilados del trayecto de vuelta. El asesinato previo de los niños y la posterior huida se descartó casi de inmediato por la falta de móvil así como la ausencia de rastros de violencia en los cuerpos infantiles. La reconstrución mas probable estableció que ellos, hartos de esperar, se refugiaron en el tambucho del carrusel y allí quedaron dormidos posiblemente a altas horas de la madrugada.

           El campo de la feria pronto quedó vacio al días siguiente. El mayor trajín se produjo con las primeras luces y a media mañana ya sólo permanecía allí un solitario y vacío carrusel. Cuatro días al sol de Agosto. Al quinto, las autoridades comenzaron a realizar pesquisas sobre sus propietarios y ante la falta de resultados desmontaron lo posible y lo trasladaron al depósito municipal. Allí permaneció tres años antes de sacarlo a subasta.

           Fue entonces cuando uno de los postores solicitó la apertura del cuarto de máquinas de la atracción para revisar su estado. Un encargado municipal forzó la cerradura y así como enfocó su linterna al interior, salió gritando con un pánico cerval escrito en la cara. Los cadáveres habían sido – por fin – descubiertos.

           El caso quedó irresoluto, lo cadáveres reposaran en alguna caja de las dependencias judiciales  y mi primera plana quedo relegada a nota de agencia en la página 37. Para todos, incluso para mí, la losa del tiempo sepultó la historia.



tREs


           Muchas años más tarde y muchos kilometros más lejos, me reencontré con el viejo carrusel. Había sufrido muchas modificaciones chapuceras, pero podía reconocerlo bajo las capas de pintura brillante y las luces baratas. Y no tenía mucho éxito entre el público infantil. En una de  las pausas entablé conversación con el sudoroso dueño embutido en la taquilla. El, no sabía a ciencia cierta cual era su procedencia, pero se apresuró a sacar un fajo de folios ajados rellenos de sellos oficiales para confirmarme que tenía todos los papeles en regla. “Tiene todas la revisiones hechas”. Casi con ansiedad me informó de que si le hacía una oferta no dudaría en verdermelo: “es que es como si espantara a los niños” – me dijo inocente – “pero no se lo diga a nadie”



           Me despedí de él en cuanto pude. Al alejarme, lo puso en marcha y comenzó a girar con su repetitiva música de organillo, como si me llamara. Me giré, tome mi cámara  e hice mi foto maldita











martes, 8 de enero de 2013

vErsos eScritos en pApel de liJa



Ahora que camino erguido
la niebla,
ya no está.  
Las palabras, tampoco.
 
El precio a pagar al monstruo durmiente,
¿es el silencio?
¿Donde quedaron los versos escritos en papel de lija?


Enhebro la aguja de mis pensamientos,  
rebusco en los bolsillos con afán pero
sólo encuentro frases deshilachadas.
Sentado ante el pensamiento hueco,
volteo cajones y vacío estantes pero
sólo musito palabras muertas.
 
Me leo, 
me releo,
y me pregunto,
si tu eras,
¿donde estas?
 
El precio a pagar al monstruo durmiente, 
¿es el silencio?
¿Donde fueron los versos escritos en papel de lija?
 
Llamo susurrando su nombre:  
ven,  
vuelve,  
avívame,  
traelas contigo.
Pero no me encierres de nuevo  
en la jaula de hierro oxidado  
donde me exhibes mientras restalla el látigo.
 
Quizá,  
la puerta este abierta.  
Quizá,
se esté cómodo dentro.
Quizá,
cuando se apague la luz,
el monstruo devore el silencio.