Anuska, has cumplido dieciocho.
Cuando te
vi por primera vez eras un cosita que llevaba una enfermera poco después del
parto. Me acerque y le dije: ¿es mi hija? Me dijo que sí y me preguntó si te
quería coger. No recuerdo si lo hice o no. Imagino que no porque no tenía ni
idea de cómo se coge a un recién nacido. O a lo mejor sí porque tampoco sabía
nada de lo que tendría que aprender como padre en los 18 años siguientes y aquí
estás. Te llevaron a la incubadora y allí estuviste dos días donde te pude ver
toda arañada por el hambre y el carácter que tenías: tus dos primeros días de
independencia nada más nacer.
Después
vinieron las noches de cantar en japonés, de Borna y Magre, de la guardería y
el colegio, de los llantos y las toses nocturnas. ¿Te acuerdas que cada vez que
te atragantabas me ponía malo? Ahora a ti te pasa con Jose… Y la casita de
madera y los cumples y las amigas. Y a veces tristezas como cuando lloraste
porque no te habían cogido en la natación sincronizada y te convencímos de que
no pasaba nada, de que entraras en la rítmica, que aunque fueras suplente lo
importante era pasarlo bien y que luego se tornaron en alegrías como cuando
ganaste el provincial y después el gallego.
Y Maraguel o que siempre íbamos a un balneario y te
dábamos una sorpresa o lo mal que lo pasábamos con los dichosos vómitos o como
me inflaba cuando traías esas notazas que siempre has traído o el viaje a
Irlanda o cuando te decía señalando el armario de encima: “ponte de pie en la
cama, ¿ves? Algún día llegarás hasta aquí” ¡¡Dios, parece que fue ayer!! ¡¡Todo
ese tiempo ha volado!! Ya nunca más te volveré a coger en la chepa mientras
cantas: “En un puerto, italiano, al pie de las montañas…”
Pero de eso
se trata, eso es la vida. Me he acordado de aquella vez que te cogí por las
manos y comencé a darte vueltas girando. Te agarraba tan fuerte para que no te
cayeras que te hacía daño. Tu me mirabas, me dí cuenta y quería soltarte pero
antes tenía que parar de girar. Nos hemos reído muchas veces con esa historia.
Hoy siento algo parecido. Me gustaría agarrarte fuerte para que no te caigas
nunca, que todo parara de girar y no crecieras, pero no puede ser. Ni puedo, ni
debo, ni quiero porque si hay algo que me llena de orgullo es ver como has crecido
- no físicamente (que también) - sino como persona. Ver que hoy aquella niña
que desencajaba la cadera es ya una adulta no porque lo diga una fecha sino
porque lo dicen sus actos.
Hoy empieza
tu mayoría de edad. Dentro de poco tendrás que encarar una nueva fase de tu
vida en la que ten por seguro esta te pondrá a prueba. Tendrás tristezas y
alegrías, éxitos y fracasos, habrá días que creerás que todo se hunde y otros
en los que nadie puede pararte. Eso es la vida. Cuando estés arriba, nunca olvides
ver hacia atrás para recordar de donde, como y porque has llegado hasta allí. Y
cuando estés abajo recuerda estas palabras: creo que eres una gran persona y
que podrás conseguir lo que te propongas. Tienes tesón, inteligencia y cariño
de sobra. Quien no te quiera, no te merece. Rodéate de buena gente, no tengas
miedo nunca a decir la verdad y sobre todo, disfruta de la vida pues, como ves,
el tiempo nos vuela.