Ahora
que camino erguido
la niebla,
ya no está.
Las palabras, tampoco.
El precio a pagar al monstruo durmiente,
¿es el silencio?
¿Donde quedaron los versos escritos en papel de lija?
Enhebro la aguja de mis pensamientos,
rebusco en los bolsillos con afán pero
sólo encuentro frases deshilachadas.
Sentado ante el pensamiento hueco,
volteo cajones y vacío estantes pero
sólo musito palabras muertas.
Me leo,
me releo,
y me pregunto,
si tu eras,
¿donde estas?
El precio a pagar al monstruo durmiente,
¿es el silencio?
¿Donde fueron los versos escritos en papel de lija?
Llamo susurrando su nombre:
ven,
vuelve,
avívame,
traelas contigo.
Pero no me encierres de nuevo
en la jaula de hierro oxidado
donde me exhibes mientras restalla el látigo.
Quizá,
la puerta este abierta.
Quizá,
se esté cómodo dentro.
Quizá,
cuando se apague la luz,
el monstruo devore el silencio.
la niebla,
ya no está.
Las palabras, tampoco.
El precio a pagar al monstruo durmiente,
¿es el silencio?
¿Donde quedaron los versos escritos en papel de lija?
Enhebro la aguja de mis pensamientos,
rebusco en los bolsillos con afán pero
sólo encuentro frases deshilachadas.
Sentado ante el pensamiento hueco,
volteo cajones y vacío estantes pero
sólo musito palabras muertas.
Me leo,
me releo,
y me pregunto,
si tu eras,
¿donde estas?
El precio a pagar al monstruo durmiente,
¿es el silencio?
¿Donde fueron los versos escritos en papel de lija?
Llamo susurrando su nombre:
ven,
vuelve,
avívame,
traelas contigo.
Pero no me encierres de nuevo
en la jaula de hierro oxidado
donde me exhibes mientras restalla el látigo.
Quizá,
la puerta este abierta.
Quizá,
se esté cómodo dentro.
Quizá,
cuando se apague la luz,
el monstruo devore el silencio.