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domingo, 25 de septiembre de 2011

Mustia


Todos los 4 acude al cruce a poner flores en el arbol. Es un naranjo corto, de tronco fino y hojas frondosas con frutos incomestibles gracias al plomo de los coches. Con cuidado anuda la cinta de raso tras lo que musita algo que parece una pequeña oración y se marcha.


Su hijo tenía ventitres años y una moto grande. Recien salido de la autopista quiso apurar el ambar y cruzó en rojo. La conductora que le salió por la derecha también tenía prisa peró se le quitó de golpe cuando lo vió salir volando sobre su capó mientras su moto se empotraba contra el morro. Pena eterna para una muerte en el acto .


Tras su ritual vuelve a casa y se encierra a limpiar el que fue su cuarto. No es que haya nada que arreglar en aquel santuario pero lo sigue haciendo y después revisa la bolsa de la aspiradora por si pudiera encontrar algo que le hubiese pasado desapercibido. Nada en tres años. Su marido intentó convencerla una vez de que nunca más hallaría nada nuevo y ella le espetó un “Y tú que coño sabes” con el que quedó cerrado el tema para siempre.


Morena, menuda y delgada. Con sus vestidos de flores sonríe abrazada a su Santi en los estantes mientras coloca y recoloca almohadas como si él pudiera aparecer por la puerta para volver a dormir a casa esta noche. Pero cuando se sienta en la cama, despeinada y ojerosa, solloza abrumada por la culpa. No debió permitirselo por mucha afición que tuviese y lo sabe. Y no se le quita de dentro. Ya no valen de nada sus desvelos para que continuara en el Instituto, ni las clases de refuerzo, ni el que le acompañara a la entrevista para conseguir su primer trabajo, ni que lo despertara un día sí y otro también con el desayuno caliente y la ropa planchada para que aprendiera a ganarse la vida. Ni todas las noches que lo acunó en su desvelo cuando las pesadillas venían a comerle....


Y el naranjo también se muere. Le podaron algunas ramas para que la savia concentrara sus esfuerzos pero en las que quedan las hojas verdes se tornan ocres y caen. Y no brota nada nuevo. Ni esas frutas tóxicas hijas de la mierda que respira. Pero mientras otros se mantienen reverdeciendo cada año y expulsan la contaminación en forma de pus con cáscara, este se consume y se merma.


Un día le pregunté a un jardinero municipal que porque le podía pasar esto. El me dijó: “Se mustia de pena. Bastante desgracia tiene de vivir para cargar con ese recuerdo”


Como ella.


 

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