Amos de nuestro futuro,
dueños de nuestro destino.
Altivos y exuberantes
como la reina de los cisnes.
Así nos creemos cuando
la aurora nos entrega
su tersura brillante y dorada.
Solo en el dolor del ocaso
sabrán nuestras almas,
inexistentes y turbias,
Que sólo somos c a r n e,
que no hay nada más allá,
que el sendero termina sin destino,
que los latidos perdidos...
Perdidos están.
Pero si solo somos carne ¿De que parte de la carne del poeta nace la poesía?
ResponderEliminarGracias por tus comentarios Sr.R. y por quitarle el precinto a la lista de seguidores.
ResponderEliminarCiertamente mis nudas palabras esperaban ser compartidas.
Y me has hecho pensar.