Menguo y me consumo en mi tristeza
al descubrir que no soy hijo adoptivo de las palabras
sino un bastardo.
El hijo de la criada al que se le permite acariciar los juguetes del señorito mientras ella los guarda en el baúl de su cuarto a la hora del baño.
El hijo de la criada al que se le permite acariciar los juguetes del señorito mientras ella los guarda en el baúl de su cuarto a la hora del baño.
Me creí igual, parejo, similar.
Pensé que sólo por pisar los mismos pasillos adquiría su elegancia,
que por usar su misma pluma podría expresar el dulce ensueño de la inocencia o la llama roja de la ira.
Que aspirando su delicado perfume se enjuagaba mi aliento tosco.
Pensé que sólo por pisar los mismos pasillos adquiría su elegancia,
que por usar su misma pluma podría expresar el dulce ensueño de la inocencia o la llama roja de la ira.
Que aspirando su delicado perfume se enjuagaba mi aliento tosco.
Ahora, admiro la belleza en manos de otros.
En seis palabras encierran seis vidas y en seis frases, seiscientos sentimientos.
Miro las mías… y sólo descubro vacío.
En seis palabras encierran seis vidas y en seis frases, seiscientos sentimientos.
Miro las mías… y sólo descubro vacío.
Soy lo que soy.
Sólo un narcisista que se masturba mentalmente en el espejo de sus creaciones inútiles.
Sólo un narcisista que se masturba mentalmente en el espejo de sus creaciones inútiles.
Hoy, siento un ridículo máximo.
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