Costumbre
«Ya voy, ya voy…», le digo al despertador
mientras lo apago, me incorporo y me calzo las zapatillas. Ella estira el último
sueño y yo, legañoso y con la cabeza ronca, me acerco a la habitación del niño
para despertarlo antes de empezar a preparar los desayunos. Enciendo la luz y el
cuarto ordenado con la pelota en su sitio y la cama vacía me abofetean de nuevo:
no logro acostumbrarme
Llanto de guía
“Ya voy pequeño, ya voy, sigue llorando fuerte. Sé
que estás por aquí que me lo ha dicho tu madre, sigue llorando. Esta puerta,
tras esta puerta. Sobre las bisagras: uno…. dos …., tres golpes, patada !Al
suelo¡ La llama se aviva con el aire nuevo. Humo, mucho humo. Sigue llorando
pequeño. Allí te tengo. Toma, respira una bocanada. Bueno, que sean dos y te
quito la máscara. Y ahora sigue llorando pequeño, llora fuerte y dame una razón
para que ambos salgamos de este infierno.”
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